lunes, 12 de diciembre de 2022

Narrativa "El Tío Ambrosio"

Recuerdo que el tío Ambrosio vivía en una pequeña granja a orillas de un riachuelo, tenía la quinta más hermosa que conocí en mi vida; verduras, zapallos, sandías, hasta sembraba maíz para cultivar los más ricos choclos que terminaban siempre en la olla de mi tía.
Nosotros vivíamos en una chacra cercana... Los sábados luego de ir a la iglesia evangélica cercana de la estación de ferrocarril de aquel pequeño paraje viajabamos en sulky hasta "la casa del Tío Ambrosio", como decía mi madre.
Llegar era toda una ceremonia; nosotros los chicos, bajamos corriendo ni bien se detenía el caballo con el sulky para entrar en el cerco de la chacra y encontrarnos con las dos robustos bulldog de la familia que nos salian agasajar, con sus saltos y piruetas.
Luego entrabamos en la casa para abrazarnos con los tíos; con la complicidad de ambos, la tía, siempre nos tenía preparado algo dulce.
Pasaron los años y nosotros nos fuimos a estudiar, hasta que finalmente volvimos un día recibidos como profesionales al lugar de nuestra infancia; la tía había fallecido y Ambrosio al sentirse solo había decidido alquilar el campo y marcharse vivir a una pequeña casa del paraje.
Cuando llegue a la chacra en mi auto 0 km esquivando algunos pozos del camino me causó enorme tristeza cuando noté que el tejado estaba sumamente abandonado, con algunas Tejas desprendidas,la casa con sus puertas y ventanas rotas, deshabitada...Seguramente algunos bandalos habían terminado de destruir lo poco que quedaba entero.
El hombre que alquilaba la parcela solo le interesaba sembrar el campo y abandonó definitivamente la casa de mis tíos que quedó a merced del tiempo y alcance de la mano de los que siempre buscan apoderarse de algo ajeno para satisfacer su propio ego.
Debo decir que en parte me sentí culpable, porque uno abandona los lugares que amo simplemente por creer que un título y algún dinero pueden cambiar nuestra historia.
Dejando de lado muchas veces las cosas, que alguna vez amamos.
Note que de mis ojos se desprendían lágrimas y entonces comprendí que el costo emocional, había sido demasiado alto.
Néstor O Salgado

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